D. FRANCISCO DE LOS COBOS Y MOLINA HOMBRE DE ESTADO, MECENAS Y FUNDADOR DE LA CAPILLA DE EL SALVADOR Úbeda (1475/1480-1547)
De origen hidalgo, descendiente de una familia de conquistadores de la ciudad de Úbeda, desde joven emprendió una carrera de estado que le llevaría a escalar cotas de máxima responsabilidad en la España imperial de la primera mitad del s. XVI.
Secretario de estado del emperador Carlos V de Alemania y primero de España, consejero de Felipe II, secretario del consejo supremo, comendador de León, Adelantado de Cazorla, señor de las villas de Sabiote, Torres, Canena, Volliza y caballero de Santiago, durante muchos años dirigió los asuntos de España, Italia y las Indias.
Hombre de confianza del emperador, le acompañó durante todos sus viajes y expediciones a Alemania, Italia y Berbería.
Burócrata, mecenas y coleccionista de obras de arte, supo rodearse de consejeros artísticos y artífices de la talla de los Maestros de obras Andrés de Vandelvira, Siloé, o Luis de Vega, escultores como Berruguete o el francés Esteban Jamete o pintores como Julio de Aquiles, así como de otros artistas traídos de Italia.
Fundador de la autoafirmante y propagandística Sacra Capilla funeraria de la Iglesia de El Salvador, ambicionó la construcción de una Universidad al amparo de la iglesia, proyecto que no pudo ser cumplido.
Sepultado en la Cripta de la rotonda de El Salvador junto a su esposa Doña María de Mendoza y Sarmiento en el lema de la capilla "Fides Labor et solertis haec et maione donan" (La fe, el trabajo, y la diligencia dan estas y mayores cosas), se resumen los valores del máximo representante de la poderosa y mecenazga familia de la Úbeda del siglo XVI Cobos-Molina.
Francisco De Los Cobos y Molina es, de un modo inequívoco, una de las personalidades mas poderosas y atrayentes de las que han tenido influencia sobre Úbeda. A el no solo se le debe la realización de uno de los mas importantes complejos de la arquitectura privada del renacimiento español, sino que su enorme prestigio y poder será origen de un patronazgo familiar tan fecundo como entramado.
Cobos nacerá en Úbeda en torno a 1477. Hijo de Diego de los Cobos el viejo regidor de la cuidad que había participado en la campaña final de la guerra de Granada, y de Catalina de Molina. Su familia, de notoria hidalguía, no debería de gozar de una acomodada situación económica, tal como nos revela su principal biógrafo -a quien inevitablemente tendremos que seguir en esta breve semblanza biográfica-, el profesor de la universidad de Pittsburg Hayward Keniston.
Cobos nacerá en Úbeda en torno a 1477. Hijo de Diego de los Cobos el viejo regidor de la cuidad que había participado en la campaña final de la guerra de Granada, y de Catalina de Molina. Su familia, de notoria hidalguía, no debería de gozar de una acomodada situación económica, tal como nos revela su principal biógrafo -a quien inevitablemente tendremos que seguir en esta breve semblanza biográfica-, el profesor de la universidad de Pittsburg Hayward Keniston.
Muy joven, su tío Diego Vela, contador y secretario de la Reina Isabel, le ofrece un puesto en su despacho, donde aprende la rutina de la administración oficial. Algo mas tarde, será Hernando de Zabra quien le allanará este contacto en el mundo de la burocracia.
En 1503 es nombrado escribano de cámara, siendo este su primer empleo en el circulo oficial de la corte.
Durante estos primeros años de laboriosa ascensión, Cobos recibe ciertos cargos modestos como el de Contador de Granada en 1508, Regidor de Úbeda, Regidor de Granada y, algo mas importante para un futuro conocimiento de los resortes y claves de la administración, el encargo del registro de reales mercedes, donde son fijadas las vacantes y nombramientos del rey. También en 1513, es promovido a escribano del crimen de Úbeda, que no es mas que una sinecura provechosa.
Su estrella política, por fin, comenzara a brillar con luz propia cuando, en 1516 y por influencias de Chiévres, es ascendido a secretario del rey, tras haber tomado un determinante partido por la causa del joven Carlos.
En 1503 es nombrado escribano de cámara, siendo este su primer empleo en el circulo oficial de la corte.
Durante estos primeros años de laboriosa ascensión, Cobos recibe ciertos cargos modestos como el de Contador de Granada en 1508, Regidor de Úbeda, Regidor de Granada y, algo mas importante para un futuro conocimiento de los resortes y claves de la administración, el encargo del registro de reales mercedes, donde son fijadas las vacantes y nombramientos del rey. También en 1513, es promovido a escribano del crimen de Úbeda, que no es mas que una sinecura provechosa.
Su estrella política, por fin, comenzara a brillar con luz propia cuando, en 1516 y por influencias de Chiévres, es ascendido a secretario del rey, tras haber tomado un determinante partido por la causa del joven Carlos.
En 1521 don francisco que habia recibido el habito de Santiago dos años antes, es nombrado Comendador de los Bastimentos de León de esta orden militar.
Al año siguiente, el ya secretario y miembro del consejo de su majestad, contrae matrimonio con doña María de Mendoza y Pimentel, hija de los Condes de Rivadavia. Contaba el esposo la edad de cuarenta años; ella, había cumplido los catorce.
Con la caída en desgracia del canciller Gattinara en 1528, el protagonismo político de Cobos alcanza el máximo grado de privanza ante el Emperador. De hecho el no es ya solo el responsable de los asuntos castellanos en la corte, sino que su incursión en la política externa
cada vez es mas firme e influyente, siendo el hombre imprescindible de la política financiera imperial.
No es vano, a partir de 1530, Cobos junto a Gravella, se convierte en el mas prominente eficaz y todopoderoso consejero de Carlos V. Ambos, durante los ocho años siguientes, acompañaran a Emperador en todos sus viajes, siendo sus principales agentes en todas las negociaciones diplomáticas.
Entre tanto Don Francisco no ha descuidado sus intereses personales y, en 1529, ha sido nombrado Comendador Mayor de León de la orden de Santiago, la mas alta distinción que podía recibir un cortesano de su alcurnia, una patente de nobleza capaz de equipararle de su mujer.
Este afán de ennoblecimiento, junto a una voluntad insaciable por acumular una inmensa fortuna personal, hace que a lo largo de esta década el Comendador consiga el nombramiento de Adelantado de Cazorla, con carácter hereditario para sus descendientes, al tiempo que compra a la Corona, dotada de privilegio para desmenbrar territorios y jurisdicciones pertenecientes a las ordenes militares, las villas de Sabiote en 1537 y, un año después, las de Torres y Canena, por un importe pr-oximo a los 100.000 ducados.
En el plano económico, el fundador de la Sacra Capilla del Salvador había conseguido de por vida y como donación las explotaciones salineras de Nicaragua y tierra firme. Es dueño de los yacimientos mineros de los términos de Vera, Azuaga, Toledo, Navarra, Cartagena y Lorca. Y, sobre todo, percibe como prebenda el cargo de ensayador mayor de los metales preciosos de la Casa de Contratación de la Indias, titulo que le habría de producir pingües ganancias "pues solamente de nueva España obtuvo en dos años y medio, un beneficio de mas de ocho millones de maravedíes".
En el plano económico, el fundador de la Sacra Capilla del Salvador había conseguido de por vida y como donación las explotaciones salineras de Nicaragua y tierra firme. Es dueño de los yacimientos mineros de los términos de Vera, Azuaga, Toledo, Navarra, Cartagena y Lorca. Y, sobre todo, percibe como prebenda el cargo de ensayador mayor de los metales preciosos de la Casa de Contratación de la Indias, titulo que le habría de producir pingües ganancias "pues solamente de nueva España obtuvo en dos años y medio, un beneficio de mas de ocho millones de maravedíes".
Otra donación del Emperador a Cobos, al margen de sus fabulosos emolumentos como secretario y las rentas emanadas de Señoríos, encomiendas y oficios públicos, fue la de los tributos sobre el abastecimiento de carnes de Úbeda, y sobre las alcabalas de las heredades de esta ciudad y la de Jaén, del mismo modo que sobre las rentas del tabaco del "Reino de Andalucía".
Un manuscrito de Pedro Núñez Salcedo, conservado en el Escorial y titulado "Relación de los Titulos que hay en España; sus rentas, solares, linajes", nos da para el Comendador Mayor de León unos beneficios anuales de 55.000 ducados, cifra verdaderamente millonaria que es corroborada por Keniston, quien añade que, a su muerte en 1547, sus bienes raíces debían ascender a 347.000 ducados, sin contar con una cantidad próxima a los 45.000 en efectivo.
Bartolomé Bennasar, refiriéndose al panel jugando en la España de Carlos V por la nueva clase política y, en particular, por la figura del Comendador, nos refiere cómo el Emperador en escasas ocasiones convocó a los grandes nobles del consejo "y bajo su reinado ningún noble de elevado rango detentó las responsabilidades y el poder real del secretario Francisco de los Cobos, que no era mas que un noble de escasa importancia en Úbeda".
Don Francisco de los Cobos, Comendador Mayor de León, Contador Mayor de Castilla es el cantero, cuando no el aparejador, de la política castellana de su siglo. De él el emperador, dice: "porque veys la confianza que yo hago de Covos y la experyencia quel tiene de mis negocios questa mas informado y tiene mas platica de los que nadye, también en ellos y en las cosas que os pareciere tomar su información y consejo, lo toméis".
En 1546, un año antes de su muerte, el embajador veneciano Bernardo Navagero, escribía que Cobos conocía la naturaleza del César; quizá a ello se debe -decía- el predicamento que goza con su Majestad y que éste jamás rechace lo que le pide.
Cuando se encuentra con el Emperador, -añade- todo pasa por sus manos, y cuando aquel esta ausente, él es el que dirige todos los asuntos de importancia a través del consejo y por su propio juicio".
".. Paréceme, señor- le decía Antonio Guevara en su dedicatoria de la obra Aviso de Privados o Despertador de Cortesanos-, os debéis mirar y considerar que sois, que podéis y que tenéis y que valéis, y hallareis que entre los consiliarios sois el mayor, entre los ricos el mayor, entre los que tienen mérito el mayor, entre los afortunados el mayor, entre los de vuestra patria el mayor, entre los secretarios el mayor, entre los comendadores el mayor..."
Cobos ha sabido demostrar a lo largo de su carrera profesional una enorme capacidad de trabajo. El trabajo y el servicio incondicional a su señor han sido la guía de su trayectoria vital. Y, al margen de una contagiosa venalidad común a la época y sus usos, el Comendador ha sido siempre, como hijo de su siglo, fiel a sus creencias y leal a su familia: dos principios básicos para comprender la naturaleza de sus iniciativas fundacionales.
Pero Cobos no es un humanista; tampoco una persona de letras. Es un hombre que se ha forjado a si mismo en la tenacidad y en la disciplina de sus obligaciones.
Un manuscrito de Pedro Núñez Salcedo, conservado en el Escorial y titulado "Relación de los Titulos que hay en España; sus rentas, solares, linajes", nos da para el Comendador Mayor de León unos beneficios anuales de 55.000 ducados, cifra verdaderamente millonaria que es corroborada por Keniston, quien añade que, a su muerte en 1547, sus bienes raíces debían ascender a 347.000 ducados, sin contar con una cantidad próxima a los 45.000 en efectivo.
Bartolomé Bennasar, refiriéndose al panel jugando en la España de Carlos V por la nueva clase política y, en particular, por la figura del Comendador, nos refiere cómo el Emperador en escasas ocasiones convocó a los grandes nobles del consejo "y bajo su reinado ningún noble de elevado rango detentó las responsabilidades y el poder real del secretario Francisco de los Cobos, que no era mas que un noble de escasa importancia en Úbeda".
Don Francisco de los Cobos, Comendador Mayor de León, Contador Mayor de Castilla es el cantero, cuando no el aparejador, de la política castellana de su siglo. De él el emperador, dice: "porque veys la confianza que yo hago de Covos y la experyencia quel tiene de mis negocios questa mas informado y tiene mas platica de los que nadye, también en ellos y en las cosas que os pareciere tomar su información y consejo, lo toméis".
En 1546, un año antes de su muerte, el embajador veneciano Bernardo Navagero, escribía que Cobos conocía la naturaleza del César; quizá a ello se debe -decía- el predicamento que goza con su Majestad y que éste jamás rechace lo que le pide.
Cuando se encuentra con el Emperador, -añade- todo pasa por sus manos, y cuando aquel esta ausente, él es el que dirige todos los asuntos de importancia a través del consejo y por su propio juicio".
".. Paréceme, señor- le decía Antonio Guevara en su dedicatoria de la obra Aviso de Privados o Despertador de Cortesanos-, os debéis mirar y considerar que sois, que podéis y que tenéis y que valéis, y hallareis que entre los consiliarios sois el mayor, entre los ricos el mayor, entre los que tienen mérito el mayor, entre los afortunados el mayor, entre los de vuestra patria el mayor, entre los secretarios el mayor, entre los comendadores el mayor..."
Cobos ha sabido demostrar a lo largo de su carrera profesional una enorme capacidad de trabajo. El trabajo y el servicio incondicional a su señor han sido la guía de su trayectoria vital. Y, al margen de una contagiosa venalidad común a la época y sus usos, el Comendador ha sido siempre, como hijo de su siglo, fiel a sus creencias y leal a su familia: dos principios básicos para comprender la naturaleza de sus iniciativas fundacionales.
Pero Cobos no es un humanista; tampoco una persona de letras. Es un hombre que se ha forjado a si mismo en la tenacidad y en la disciplina de sus obligaciones.
Sin embargo, el ejercicio de sus funciones le ha facultado para descubrir directamente Italia y una buena parte de la selecta intelectualidad del momento.
En sus tres periplos por tierras italianas don Francisco ha conocido al Aretino. También, en una fecha tan temprana como 1522 conoce en Ferrara a Ticiano, de cuya amistad hablaremos. En Mantua entabla relaciones con la poetisa Verónica Gambara y en Nápoles con el historiador Paolo Giovi.
En España el Comendador mantiene un contacto obligado y amistoso, en algunos casos fecundo, con personajes como Valdés, Hurtado de Mendoza, Lope de Ayala, Luis de Ávila y Zúñiga, todos ellos intelectuales consagrados.
Es difícil, al referirnos a la figura de Francisco de los Cobos, hablar de una mentalidad coleccionista en el estricto sentido de este concepto. Él, ciertamente, no es un "conaisseur" de arte; tampoco un curioso diletante.
No obstante Cobos, por su poder e influencia -también por amistad-, recibe regalos preciosos, y él mismo no desdeña la adquisición de objetos y obras artísticas capaces de propiciar el prestigio y la reputación siempre anhelados.
Es así que, a lo largo de una vida, el Comendador sabrá acumular un fantástico repertorio de valiosas piezas, cuya heterogeneidad no es más que reflejo de un universo personal donde encuentran cabida las valoraciones más diversas.
Para Cobos este patrimonio, su patrimonio, conseguido durante décadas de dádivas y agradecimientos es, antes que otra cosa, un tesoro entendido como acumulación de riquezas. Por tanto sus colecciones no participan, dicho sea de antemano, de los rasgos esenciales -expresados por Fernando Checa y Miguel Morán- que caracterizan el coleccionismo moderno, cuales son contenido profano y carácter esencialmente privado.
Y hablando de valoraciones, un ejemplo harto significativo lo encontramos en la redacción del documento del Mayorazgo, establecido por Cobos en 1541 a favor de su primogénito el futuro Marqués de Camarasa don Diego de los Cobos. En esta relación se enumeran todas las propiedades e inversiones, así como otros objetos de valor que el matrimonio tenía en suficiente estima como para garantizar su permanencia en la familia,
Y curiosamente, tras la larga lista de posesiones y títulos, el Comendador no incluirá ni una sola obra de arte, no vinculará ni una sola creación artística, aunque sabemos que poseía numerosos cuadros, algunos de Ticiano, y diversas esculturas.
Sí, en cambio, vemos como en esta relación aparece, en primer lugar, una "cama de estado", minuciosamente descrita, que debía ser estimado como un magnífico tesoro. También figurarán ocho tapices de colgar, tres alfombras que habían pertenecido a Barbarroja, cinco nuevos tapices representando los Triunfos de Petrarca, que don Francisco valora "por ser de tan buen patrón y estofa como son".
Pero las relaciones de don Francisco con el mundo del arte en Italia irían acrecentándose con el paso de los años.
Cobos había conocido a Ticiano en Bolonia en su primer viaje a Italia. De este encuentro quedaría una cierta amistad, pues en 1532, en su segundo periplo italiano, el Comendador vuelve a encontrarse en Mantua con el artista, intercediendo por su causa ante el Emperador y consiguiendo que éste fuese retratado por el pintor. Lo demás ya es conocido: Carlos quedaría tan encantado con su retrato que, a partir de ese momento, Ticiano pasará a ser su pintor oficioso de cámara.
Por estos meses Cobos parece estar interesado por la pintura y Alfonso d'Este, duque de Ferrara, intentando ganar su apoyo, procura la influencia de Ticiano sobre él. El duque, que poseía una extraordinaria colección -había en aquel entonces entre sus cuadros un retrato del Emperador, otro del mismo duque, otro de su hijo y heredero, una Judith, un San Miguel y una Madona-, sondea a don Francisco, a través de sus agentes en Bolonia, sobre la posibilidad de quedarse con la pintura preferida.
A ello Cobos responde entregando una lista de los cuadros que Ticiano había seleccionado, eligiendo personalmente un retrato del duque y recibiéndose en Génova, meses más tarde, una pequeña remesa con nuevos lienzos.
Por último será incluido en este mayorazgo un anillo de oro, con un brillante liso valorado en 1.500 ducados, que el Emperador había llevado en día de su coronación en Bolonia, entregándoselo a Cobos con la dignidad de caballero. Es evidente, pues, que esta joya debía tener para su propietario un fuerte valor sentimental.
En 1521 Cobos obtiene en Colonia de Carlos V su primer obsequio, cuatro cabezas de las vírgenes martirizadas en esa ciudad, junto con la cédula de autenticidad de las reliquias, que luego habrían de figurar en la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda.
Para su palacio de Úbeda don Francisco había encargado, a través del embajador en Roma Micer Mai, una bellísima fuente de piedra. También, en diciembre de 1531, Micer Mai anunciaba la llegada a Alicante, junto a la fuente que aún conservamos, el envío de un busto de Apolo, "una de las buenas piezas de Italia"
Como podemos comprobar, un cierto regusto por los nuevos comportamientos renacentistas, cuando no por un incipiente coleccionismo, sí que había debido de prender ya en la mente del Comendador.
Pero las relaciones de don Francisco con el mundo del arte en Italia irían acrecentándose con el paso de los años.
Pero las relaciones de don Francisco con el mundo del arte en Italia irían acrecentándose con el paso de los años.
Cobos había conocido a Ticiano en Bolonia en su primer viaje a Italia. De este encuentro quedaría una cierta amistad, pues en 1532, en su segundo periplo italiano, el Comendador vuelve a encontrarse en Mantua con el artista, intercediendo por su causa ante el Emperador y consiguiendo que éste fuese retratado por el pintor. Lo demás ya es conocido: Carlos quedaría tan encantado con su retrato que, a partir de ese momento, Ticiano pasará a ser su pintor oficioso de cámara.
Por estos meses Cobos parece estar interesado por la pintura y Alfonso d'Este, duque de Ferrara, intentando ganar su apoyo, procura la influencia de Ticiano sobre él. El duque, que poseía una extraordinaria colección -había en aquel entonces entre sus cuadros un retrato del Emperador, otro del mismo duque, otro de su hijo y heredero, una Judith, un San Miguel y una Madona-, sondea a don Francisco, a través de sus agentes en Bolonia, sobre la posibilidad de quedarse con la pintura preferida.
A ello Cobos responde entregando una lista de los cuadros que Ticiano había seleccionado, eligiendo personalmente un retrato del duque y recibiéndose en Génova, meses más tarde, una pequeña remesa con nuevos lienzos.
Por otra parte, sabemos que en 1536 Cobos recibe del Consejo Municipal de Lucca, junto a otros regalos como trajes de seda y dinero en metálico, una serie de cuadros que, según la crónica de Montecatini, fueron examinados por el Comendador con auténtico placer. Lamentablemente, estas obras debieron de desaparecer en el naufragio sufrido por las galeras que las transportaban a España en la misma costa valenciana. Desconocemos, por el contrario, cual debió ser el fin de los cuatro cuadros enviados a don Francisco desde Alemania que menciona Keniston.
Parece comprobado que el Comendador llegó a poseer obras de Ticiano, entre ellas un retrato de la princesa de Inglaterra. También poseyó otros retratos de Diego de Mendoza y Pedro González de Mendoza.
Es indudable que buena parte de estas obras de arte estarían destinadas a la decoración de su palacio en Valladolid, donde Cobos debería atesorar otro tipo de piezas exóticas y valiosas, cuales eran los regalos que Hernán Cortés o Pizarro le habían hecho.
No sabemos, en cambio, si don Francisco llegaría a estar en posesión de una pequeña "cámara de maravillas", una ,'wunderkammern" manierista, siguiendo la creciente moda coleccionista europea y el propio ejemplo del Emperador. Con cámara o sin ella, lo cierto es que Cobos debió de apreciar y poseer este tipo de objetos "raros" y preciosos, como el manuscrito azteca, posible regalo de Cortés, encuadernado en piel de tigre, que el Comendador entregó al historiador Giovio en Nápoles.
He indicado cómo, con dificultad, podríamos encontrar en Francisco de los Cobos la personalidad de un coleccionista. Su sensibilidad, su estimación de las piezas y objetos de arte, está poseída de una enraizada valoración de uso.
De hecho estas obras, o están destinadas a la dotación litúrgica de su iglesia -en el caso de poseer carácter religioso-, o tienen una objetivación especulativa, cuando no meramente económica. No encontramos, por tanto, el gusto estético, la pasión y la complacencia ante unos objetos solamente reservados a una íntima contemplación.
Sin embargo, el cúmulo de obras de arte, así como su asombrosa calidad artística, que el Comendador llegaría á reunir -sin hacer mención de sus palacios-, en la Sacra Capilla del Salvador es extraordinario.
En marzo de 1563 se lleva a cabo el primer gran inventario de bienes y alhajas pertenecientes a esta capilla. También por estos mismos años, y a tenor de un pleito entablado entre doña María de Mendoza y el obispo de Jaén sobre los privilegios de los fundadores para el nombramiento de capellanes, se abre el correspondiente expediente informativo donde es formulada una encuesta sobre la construcción del templo y la dotación de sus bienes. Varias preguntas de ésta, concretamente la cinco, seis y siete, están referidas a la magnificencia con que tanto el Comendador Mayor, ya difunto, como su esposa han dotado de sus propios bienes a la capilla de "ternos de brocado... muy ricos bordados de alcofar e ymagineria, labrados al romano", así como "cantidad de plata ricamente labrada dorado y blanco de cálices y patenas y cruces grandes y ricas y candelabros y fuentes y binageras e yncensarios y nabetas y portapaces y relicarios y hostarios y una custodia y otras cosas muchas todo de oro y plata y otra custodia de cristal que todo ello es mucho e muy rico y de muy gran valor..."
Los diversos inventarios realizados por estos años son muy ricos en la exposición de bienes, heredades, alhajas y demás objetos de orfebrería, pero poco precisos en la descripción de obras de arte, altares, cuadros, esculturas, marfiles, etc. Ello, no obstante, no nos impide una aproximación concreta al repertorio de obras que debió ornamentar tan rica iglesia.
En él, junto a infinidad de ricos ornamentos litúrgicos, podemos detectar ya la presencia de "una cruz de plata blanca grande de altar labrada al Romano, tiene en el pie un escudo de las armas de su señoría. Y al cabo un crucifixo y al otro la Concepción y pesa catorce marcos y siete onzas y seis ochavos y media"
De esta cruz, realizada por el platero toledano Francisco Martínez en 1542 -según opinión de Cruz Valdovinos- aún conservamos su extraordinaria macolla y cañón. Otras joyas reflejadas en los primeros listados serían el cáliz de plata sobredorada, con las armas de Cobos en su pie y cuerpo de arquerías conopiales, que la tradición ha mantenido como la copa que Carlos V obsequiara a su secretario.
Al margen de esta creencia, lo cierto es que se trata de una pieza de estilo flamígero desbordante, cuya ejecución puede fecharse en Ávila, aproximadamente en los últimos años del siglo XV.
La otra gran pieza conservada hasta nuestros días es una arqueta relicario, de plata en su base, cresterías de bronce y cristal de roca en sus columnas que, tal vez, pueda ser la "custodia de cristal" que se recoge en los inventarios: un extraño ejemplar de procedencia lombarda hermosamente aderezado.
En el ámbito de la pintura existió un selecto grupo de tablas flamencas, seis en total, de cuya presencia ya tenemos cumplida referencia en todos estos primeros inventarios.
La primera es una Adoración de los Reyes, pieza atribuida por Angulo a Joos Van Cleves.
Una segunda Adoración de los Magos ("dos retablos de la Epiphania grandes", nos dice la documentación), fue también atribuida por el mismo maestro al círculo de Pieter Coecke.
Una tercera tabla, "otro (retablo) grande del crucifixo y encima a Dios Padre con sus puertas y en lo baxo las marias y S. Juan y la magdalena y en las puertas unas letras de oro sobre negro", es obra atribuida por Elisa Bermejo a Coecke. Se trataba de un tríptico con la representación en su tabla central de una Crucifixión, mientras que en sus puertas laterales junto a inscripciones latinas- figuraban en su centro pequeños tondos con la Oración del Huerto (derecha) y la bajada al limbo (izquierda)."
Un segundo Calvario, la única obra todavía conservada ("una tabla del crucifixo con nuestra señora y s. Juan y la Magdalena pequeña"), fue también ejecutado, a juicio de E. Bermejo, por Pieter Coecke hacia 1530 .
Este pequeño tríptico permanece depositado en la actualidad en la sevillana Casa de Pilatos.
Finalmente tenemos constancia de que existieron dos nuevos retablos, un Santo Entierro ("otro pequeño de la quinta angustia con sus puertas") obra -según el parecer de Angulo- del maestro de las figuras de medio cuerpo, así como un bellísimo tríptico con la representación de la Virgen con el Niño, Santa Catalina y Santa Bárbara ("otro grande de nuestra señora con su hijo en brazos, tiene sus puertas y en ellas dos vírgenes"), realizado -siguiendo al mismo autor- por el Maestro de la Santa Sangre."
Como vemos, nos encontramos ante una pequeña, aunque valiosa, colección de primitivos flamencos.
Son cuadros que respondían a un criterio estético tradicional y que, naturalmente, estaban dotados de un fuerte significante devocional.
Es de suponer, por tanto, que estas obras deberían de ser muy del gusto del Comendador y, sobre todo, de la piadosa doña María de Mendoza, auténtica responsable de la dotación de los enseres y el ajuar litúrgico, reliquias, joyas y demás ornamentos de culto, para la capilla.
Sin embargo, junto a estos cuadros de lenguaje conservador, otras obras de arte ornamentaron la suntuosa fundación. Y esta vez, verdaderamente, sí que podemos hablar de las más renovadoras plasmaciones artísticas conocidas hasta el momento en estas latitudes.
Son todas ellas piezas de extraordinario prestigio, cuyo origen debe ubicarse en las dádivas italianas del Comendador.
De todas ellas, la más importante y, por fortuna conservada, fue la Pietá de Sebastiano del Piombo.
En 1533 Ferrante Gonzaga, decidido a enviar un regalo a Cobos, encarga al pintor veneciano una obra "a guisa di quella (Madonna) della febre" de Miguel Ángel."
Gonzaga había elegido la propuesta del propio artista, un cuadro con la representación de Nuestra Señora sosteniendo a su Hijo entre los brazos, que no sería concluido hasta 1539, tras una larga disputa sobre su valoración económica entre el pintor y el agente de Ferrante, Nicolás de Cortona.
La pintura se había realizado sobre una gran plancha de pizarra enmarcada por listones de piedra. Un verdadero problema para su transporte que, efectivamente, nunca se hubiera podido realizar a lomos de mula o en litera;" motivo por el cual se hizo necesario alquilar una fragata que, junto a la presencia de un asistente, recogería la pieza en Ostia.
El cuadro, que ya aparece en el inventario de 1563 ("otro grande de nuestra señora con su hijo en brazos"), es magistral, pues el autor sabe compaginar en él la presencia de una imagen sencilla y legible, donde se combinan emoción y hieratismo, con el sentido de abstraccción formal propio del Manierismo. En resumen, una obra que ya anticipa la exposición de un lenguaje directo, cuando no inmediato, propia de la doctrina artística de la Contrarreforma.
Otra obra importante, perteneciente a los fondos de la Sacra Capilla -aunque no figure relacionada en los iniciales inventarios- es la Magdalena penitente, conservada en la actualidad en la Casa de Pilatos, atribuida tras su reciente restauración en el Metropolitan Museum de Nueva York al pintor sienés Sodoma, Givanni Bazzi (1477-1549).
La tabla presenta en su ángulo inferior izquierdo, sobre la moldura, la siguiente inscripción: "ALVARI DE MEa ABOLENSIS", por lo que, con absoluta certeza, debió de tratarse de un regalo a doña María de Mendoza de su hermano, don Álvaro de Mendoza, obispo de Ávila.
Mas de todas estas obras la más preciada para los Fundadores de la Sacra Capilla, la auténtica joya del legado, será la mítica escultura en mármol de Carrara de San Juan Bautista, atribuida en 1930 por don Manuel Gómez Moreno a Miguel Ángel.
En el decenio de 1570, Gonzalo Argote de Molina, al emitir una semblanza biográfica de don Francisco de los Cobos, en referencia a su iglesia de San Salvador, nos señala la presencia en su interior de esta pieza escultórica: "donde se ve en el altar mayor un San Juan niño de alabastro (que dizen le presentó -a Cobos- el Senado Veneciano) joya de excelente escultura"."
Fuente: Úbeda Renacentista
La estatua habría sido donada a don Francisco en su primer viaje a Italia, entre 1529 y 1533, cuando acompañaba -según el célebre genealogista- al César con motivo de su coronación imperial en Bolonia. Tal vez, es otra hipótesis, la pequeña escultura (130 cm incluido plinto) podría haber sido entregada en 1532 a don Diego Sarmiento de Mendoza, cuñado de Cobos, cuando visitó en compañía del embajador español a la Serenísima.
La imagen, al menos en 1563 permanecía depositada en el Castillo de Sabiote, señorío del Comendador. Ello debió estar originado por las obras del nuevo antepecho y gradas que aún, en aquel momento, se están llevando a cabo en la capilla mayor de la iglesia. Cinco años más tarde figurará ya, en su definitivo emplazamiento, la escultura que es reflejada en los inventarios como "un S. Ju° bapta debulto de alabastro."
En 1570, y con motivo del pleito ya mencionado entre el Ordinario de la Diócesis y doña María de Mendoza, dentro de las diligencias abiertas, es formulada una pregunta a los testigos presentados por la familia del siguiente tenor: "Yten si saben que demás de lo contenido en la quinta y sesta pregunta deste ynterrogatorio ansimesmo el dho. comendador mayor y la dha. doña maria de mendoza su muger an dado y donado a la dha. capilla de la concepcion e iglesia de san salvador munchas reliquias de grande valor y estimacion y un San Juan Baptista de alabastro ymagen de grandisima debocion y la talla desta vista por grandes maestros que an ydo a la dha. ciudad de Úbeda y rodeado munchas tierras solo por la ber dizen y an dicho que es pieça de ynestimable valor por la gran perfeccion que tiene..."
De la imagen no hay historiador, genealogista o viajero, que no haga mención en sus relaciones. Sin embargo, nadie ofrece el menor dato sobre su posible autoría. Sólo Enrique Romero de Torres, en su malogrado Catálogo Monumental de la Provincia de Jaén, tras dar cuenta de ella añade un brevísimo comentario: "Algún escritor ha dicho (se refería a A. Cazabán) no sé con qué fundamento, que esta pequeña escultura era de Benvenuto Cellini"
Por fin, en 1930, Gómez Moreno expone su tesis sobre la escultura: este San Juan Bautista es el realizado por Miguel Ángel a finales de 1495 para Lorenzo de Pierfrancesco Medici Popolani.
En efecto, por Ascanio Condivi en su Vita de Michelangelo Buonarroti, publicada en Roma en 1553, conocemos que el artista realiza un San Giovannino para Lorenzo Pierfrancesco Medie¡. Poco tiempo después, Vasari en la segunda edición de sus Vite (Florencia, 1568), insistiría de nuevo en la existencia de esta pieza, añadiendo que había sido realizada en mármol.
Estas lacónicas noticias son referidas por Borghiani en 1584, aunque ya -un siglo más tarde-, clásicos como Baldinucci aseguran que jamás ha podido encontrarse esta obra de juventud del Maestro florentino, que es dada desde muchos años atrás por desaparecida.
La obra, según todos los mencionados autores, debió de haber sido ejecutada a finales de 1495, una vez regresado Miguel Ángel desde Bolonia a Florencia, tras estabilizarse la situación política en la ciudad, siendo realizada por encargo de Lorenzo de Medici, miembro colateral de la familia y personaje simpatizante de la república popular inspirada por Savonarola.
Gómez Moreno no duda de su descubrimiento. Su San Juanito, "cuyo examen plástico arguye una perfección irreprochable", constituye una obra tan ajustada a los cánones miguelangelescos "que parece indudable el asentamiento de la crítica en este sentido". Y añade lo siguiente: "Baste consignar como iguales la roca sobre la que posa esta imagen y las de Baco, la Piedad del Vaticano y el David, obras escalonadas entre 1497 y 1503; las facciones del rostro van bien con las del ángel y S. Proclo, en el sepulcro de Santo Domingo, en Bolonia, que datan de 1494; la técnica de los dedos, con rayas marcando sus conyunturas; la del pelo y las lanas; los oscuros obtenidos por filas de hoyitos hechos a trépano; el equilibrio de masas; todo en fin, comprueba lo arriba dicho".
Para concluir, sí que tendríamos que añadir que autores recientes, entre ellos Tolnay, sin entrar en una larga e irresoluble polémica identificatoria -como la mantenida sobre las diversas hipótesis de la misteriosa imagen desde el siglo XIX-, no ha negado el carácter claramente miguelangelesco de la estatua española, incluyendo la obra entre las netas atribuciones del Maestro, cuando no pieza de su taller.`
Fuente: Úbeda Renacentista
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