Desde la ventana de mi ciudad

sábado, 6 de junio de 2015

La Santa Cena presentó el proyecto del Grupo Escultórico de su Virgen

Fuente: Cruz de Guía



En la tarde del 5 de junio, en el auditorio del Hospital de Santiago, la Cofradía Eucarística de la Santa Cena presentó su proyecto de imagen mariana que, tras un exhaustivo y minucioso concurso, entre imagineros de mucho prestigio nacional, fue adjudicado al artista ubetense Antonio Espadas Carrasco. El acto, muy bien preparado y excelentemente conducido, lo abría el secretario de la hermandad, Juan Antonio Moreno Mira, que daba lectura al acta de aprobación de la incorporación de la imagen de una Virgen, por parte de los hermanos de la cofradía, reunidos en asamblea general.


A continuación tomaba la palabra el anterior hermano mayor de la hermandad, Marcos Expósito Morillas, quien se encargó de aportar a los asistentes los argumentos que justificaban la confección de una imagen de la Virgen. Explicó que una de las líneas fundamentales de su mandato fue la incorporación de esta Virgen a la hermandad, junto con el fomento de las obras de caridad y la recuperación de los cultos al Santísimo Sacramento. Contó cómo los trabajos partieron de una reflexión sobre el carácter y la esencia de la cofradía, como nunca se había hecho. Una reflexión que los llevó a recordar que la fundación de la hermandad fue una especie de regalo que un grupo de adoradores nocturnos, amantes de la Santísima Virgen Inmaculada, quiso hacer a la ciudad y a la Virgen en el año en el que se conmemoraba el primer centenario del dogma de la Concepción Inmaculada de María, declarado por el Papa Pío IX. Quedaba claro que el origen de la cofradía era eminentemente mariano, por lo que el tema de la Virgen llevaba muchos años “sobrevolando” la hermandad. Igualmente dejó muy clara la sostenibilidad del proyecto, en el sentido de que lo que se acometía podría mantenerse en el tiempo y era factible desde el punto de vista económico. También contó que, por las características de la hermandad, no podría ser una Virgen con un palio, con costaleros y que fuese acompañada por músicas que jamás se habían escuchado en la cofradía, “algo que no conectaría con nuestra forma de hacer las cosas”, añadió. Lo que la hermandad, entre otras cosas, ha pretendido con este proyecto ha sido el reafirmar su propia identidad. Con claridad, contundencia y con argumentos de peso, defendió la vocación mariana de la cofradía y la necesidad de incorporar a la misma una imagen de la Virgen y concluyó diciendo que la cofradía había tenido la suerte de encontrar, en Antonio Espadas, a la persona que había comprendido perfectamente las intenciones de la hermandad.

Tras la lectura del informe de la comisión mariana, que la cofradía creó a fin de ganar en operatividad, llegó el turno del escultor. Antonio Espadas Carrasco agradeció a la cofradía la confianza mostrada en su trabajo. Dijo que una imagen de Semana Santa, una escultura religiosa, no es una imagen cualquiera, ya que se trata del cauce de la oración y de la devoción de todo un pueblo, el elemento que conecta al ser humano con lo divino. Es algo más que una simple obra de arte.

Se manifestó emocionado por poder acometer su primer proyecto de envergadura para Úbeda, porque esas imágenes “van a trascenderle a uno, porque somos efímeros, porque pasará la directiva y pasaré yo, pero ahí quedará una obra para las generaciones venideras, que intentará seguir emocionando”. Afirmó concebir este encargo con ese valor añadido, de trascender en su ciudad, que crea un peso adicional sobre sus espaldas.

Manifestó que, para no morirse, cualquier cofradía ha de ir evolucionando pero hay que hacerlo con coherencia y talento, respetando su carácter y su carisma y eso es precisamente lo que hace la cofradía de la Santa Cena, según el escultor, porque el peligro actual de la Semana Santa, de las procesiones, es que cada vez más se van globalizando y existen muchas procesiones, casi idénticas, en ciudades que son diferentes. La apuesta de la Santa Cena es, sin embargo, una apuesta coherente con el carácter de la Semana Santa de Úbeda, porque ya de salida quiere una imagen de talla completa en madera de cedro, con lo sencillo que hubiese sido abordar un proyecto de Virgen de vestir, por entrañar una menor dificultad técnica y artística, pues “toda la expresión y toda la emoción se plantea sólo en un rostro y en unas manos”. La imagen de María Santísima de la Concepción entraña la dificultad adicional para el artista de jugar con los ropajes, con el movimiento, la composición y el estudio anatómico. En este caso, como artífice de todo el proyecto, el escultor es el único responsable del mismo, porque no es el caso de una Virgen de vestir, en la que un vestidor puede mejorar la imagen o empeorarla.

Espadas afirmó que la cofradía no se arredró cuando él presentó a sus miembros el proyecto de un grupo escultórico, (con dos imágenes de ángeles), cuando lo que la hermandad le había pedido era solamente una Virgen. Esto, según manifestó, resulta para él una motivación añadida, al darse cuenta de que se trata de una hermandad abierta a otras propuestas, además de coherente con su historia.

Otro reto que motiva especialmente a Espadas Carrasco ha sido el de acometer, para la Semana Santa, el proyecto de una Virgen que, como la Inmaculada Concepción, es de gloria y que acompañará a una Santa Cena que si bien representa el momento alegre y clave de la institución de la Eucaristía, también muestra la tristeza y la angustia del momento en el que Cristo se despide de sus discípulos para dar paso a la tragedia de su muerte. La Santa Cena viene a ser “una mezcla de elementos contrarios que supone el reto de aunar, en la imagen de una Virgen, la alegría y el dolor, la esperanza y la amargura de una madre que se enfrenta a la pérdida del hijo”. Se trata de un reto de por sí complejo, que además tiene que hacer referencia a la advocación de una Inmaculada. ¿Apuestas por una Virgen de gloria o por una dolorosa?, llegó a preguntarse Antonio Espadas. Al final se decidió por una dolorosa, por una Virgen que va a la búsqueda de su hijo para despedirse de él. Aunque este pasaje no aparece en los evangelios, este momento ha sido profusamente tratado en pintura y en escultura, pero sobre todo en pintura renacentista.

La Virgen que irá caminando, que irá avanzando a la búsqueda de su hijo, pondrá en valor la capilla que hoy conocemos como del Deán Ortega (en San Nicolás de Bari), pero que en realidad siempre ha sido de la Inmaculada Concepción, hasta que esta imagen fue destruida en la guerra civil.

Fue el pintor andaluz Francisco Pacheco quien, en su tratado de pintura, puso las bases para lo que luego sería la iconografía de la Inmaculada Concepción. Pacheco que la concibe como la imagen de una joven, de 12 ó 13 años, establece la utilización del color azul, del blanco, de la pureza, de las 12 estrellas, de la media luna a sus pies, de la serpiente pisada por la Virgen, como símbolo del pecado… Ese modelo iconográfico que Pacheco creara se viene repitiendo, de manera inalterable, hasta nuestros días siendo representado por Velázquez o Murillo. A nivel escultórico fue Alonso Cano quien creó un modelo que se ha repetido hasta nuestros días: una Virgen casi niña, con las manos juntas, orante, mirando hacia abajo, repitiendo el modelo pictórico aunque añadiendo connotaciones personales. Se trata de un modelo que se sigue utilizando en nuestros días. El reto de Espadas, de convertir a la Inmaculada en una dolorosa, es complejo. Definió su maqueta como una idea, un esbozo, “una declaración de intenciones, porque a ese tamaño no se pueden trabajar los detalles”. Es un proyecto, un punto de partida que posiblemente irá sufriendo transformaciones a medida que el trabajo avance.

Cuando la Virgen procesione, (en un trono a ruedas y sólo en la noche del Miércoles Santo), no llevará todos los atributos que tiene en la parte inferior, el orbe, la media luna, la serpiente, los angelotes con los elementos iconográficos… Todo ello sólo aparecerá cuando la imagen se encuentre ubicada en su capilla.

Los cambios iconográficos realizados por el autor con respecto a los cánones habituales han sido la posición de la Virgen, que no mira hacia abajo, sino hacia arriba, demandando al Padre una respuesta sobre los motivos del sacrificio de su hijo a la vez que poniéndose a disposición de Dios, acatando su voluntad. En cuanto a sus manos hay que decir que cada una tiene una posición. La derecha está pegada al pecho con un gesto que todos hacemos en momentos de dolor, de zozobra y de miedo y expresa el sentimiento humano da María. La mano izquierda está abierta, mirando al Cielo, en una actitud de acatamiento de la voluntad de Dios.

Desde el punto de vista compositivo la imagen tiene una estructura piramidal, triangular, más ancha de abajo que de arriba, intentado emular lo que es el planteamiento de una dolorosa.


Espadas presentó a la cofradía lo que ésta le había pedido, una imagen de Virgen, pero también lo que a él le sugería el momento que se quería “retratar”, no solamente por cuestiones compositivas, sino también por completar el mensaje evangélico. Así añadió dos ángeles acompañando a María los cuales fueron muy del gusto de la comisión mariana, creada para analizar los proyectos. Evidentemente el grupo escultórico resultante es algo novedoso en nuestra Semana Santa y la Virgen no tendrá cara de niña sino que, siguiendo criterios historicistas, será una mujer madura, que parezca realmente la madre de Cristo y no su hermana. Espadas quiso dejar claro que el carácter maduro de una mujer no supone una renuncia a la belleza, “porque es la belleza la que nos conecta con lo divino”.

Terminado el acto los asistentes pudieron contemplar la maqueta del proyecto que acababa de presentarse.

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