Desde la ventana de mi ciudad

domingo, 26 de mayo de 2013

Un Pregón que plasmó la esencia del Cristianismo

Texto: Marco Expósito Morillas.


Si dijésemos que este escrito es una crónica acerca de una disertación acontecida el pasado sábado en la que se citó a Miguel de Unamuno, Albert Camus, Antonio Machado o a José Antonio Marina, nadie pensaría que ese discurso tuviese que ver con el misterio del Corpus Christi y que, mucho menos, estaríamos frente a la crónica del Pregón del Corpus de una ciudad como Úbeda.

Lo que hizo Manolo Madrid pasadas las 20’15 horas del pasado sábado en el Ideal Cinema es remover los cimientos de una fe que en muchos casos es caduca y anquilosada en un brillantísimo pregón que no puede dejar indiferente a aquél que haya sido un oyente reflexivo y activo, y no un simple receptor de frases más o menos afortunadas o poéticas (que desde luego también hubo, pero que en este caso no eclipsaron la esencia de lo que se pretendía transmitir). Todo bajo la presencia de Jesús Eucaristía.

El Presidente de la Adoración Nocturna D. Ramón Martínez Arias pasadas las 20’00 horas subió al estrado y comenzó diciendo que aunque a Manolo Madrid “no le gustasen estas cosas” iba a decir unas palabras sobre él, para poner al auditorio en situación aunque no hiciese falta por ser un personaje suficientemente conocido. Una presentación cercana y cariñosa, muy al estilo de este presidente, sirvió para dar paso al pregonero. Este presidente, por lo que se pudo apreciar, puede aportar nuevos aires a esta institución tan tradicional que sin duda necesita renovación y aire fresco.

En cuanto comenzó el pregón ya se percibió el tono de éste: la íntima relación entre la fe y la duda fue el punto de partida de la alocución. Si alguien esperaba una defensa sin fisuras de unos dogmas incontestables y absolutamente enrocados sobre una verdad cuasi mágica, se equivocaba. Y la cita a Unamuno y su existencialista búsqueda que marcó su vida y su obra, sirvieron de punto de partida. Me evocó este inicio la idea sobre la que versa la obra “San Manuel Bueno, mártir” (Novela que Unamuno escribe en 1931) en la que se narra la historia de un religioso con profundas dudas y crisis de fe. Es ésta una obra maestra plagada de metáforas sobre la fe frente a la duda (representadas en la montaña y el lago. Este lectura, desde luego, la recomendamos desde aquí). La defensa de una fe que se hace preguntas, que duda y que está en incesante búsqueda es lo que nos propone este pregonero. Una fe viva.

Todo esto era como la base argumental de lo que vendría después: un concepto de Eucaristía y del misterio como búsqueda incesante del bien desde una visión católica (acción desde la bondad de carácter universal, que es lo que este término significa y no otra cosa). Por tanto la duda no se presenta como lo negativo, sino como lo que da pie a una reflexión sobre lo que significa nuestra fe y lo que ésta debe generar a posteriori. Una fe cuyos modelos son San Juan de la Cruz, Santa Teresa o San Francisco de Asís.

Lo social es algo también determinante en todo aquello que Manolo Madrid toca. La construcción del Reino de Dios, la relación directa con esta idea, también se mantuvo presente en todo el texto de forma contundente. Su propuesta era simplemente apostar por la nueva evangelización que nuestra sociedad pide a gritos. Y todo esto se propone ya en el momento de la institución de la Eucaristía. Aquella noche en la que se propone el mandamiento del amor, donde el símbolo de la repartición del pan en la que nadie, ni tan siquiera Judas el traidor, fue excluido, es el mejor ejemplo de esta idea.

Jesús y las prostitutas, los publicanos, los pobres, los leprosos, los más desfavorecidos… Así es este Jesús que no estaría nunca con los intereses de banqueros y explotadores por muchos “donativos que pudiesen dar a Cáritas”, en clara referencia a algunos actos acontecidos en los últimos tiempos que parecen muy loables, pero cuyos dividendos provenían de un sistema injusto y explotador que no nos planteamos desde nuestras vidas cómodas con necesidades ampliamente cubiertas.

Absolutamente bien hilado, no faltaron las referencias a un humanista ubetense que Manolo Madrid admira profundamente: Juan Pasquau Gruerrero. De esta manera fuimos aterrizando en el Corpus Ubetense, en ese día brillante que Pasquau ha descrito con certeras palabras desde esa visión de Úbeda que nadie como él ha tenido.

Una procesión del Corpus no puede ser, por tanto, una procesión cerrada, un símbolo de la más pura ortodoxa. No puede ser una representación de aquellos valores de una iglesia que mira a Trento. Incluso se propone una procesión donde se pudiese invitar a toda persona, sea cual fuere su confesión o idea, porque simplemente ese es el legado de Jesús en la Última Cena, en la institución de la Eucaristía.

El final del pregón acabó con la descripción de una preciosa imagen que nos evocaba la película “La Misión”. La escena final perfectamente podría resumir todo lo que Manuel Madrid quiso expresar. En esta escena, frente a los poderosos ejércitos españoles y portugueses que llegan a la misión jesuita en la Colonia del Sacramento, en la desembocadura de Río de la Plata, símbolo del poder e intereses económicos, tiene lugar una procesión del Corpus. Los indios con un religioso al frente que portaba la custodia avanza hacia los ejércitos implacables. El símbolo resultó muy ilustrativo: la procesión de procesiones, Jesús Sacramentado en manos de los ancianos, niños, mujeres y más desfavorecidos avanzan frente al poder establecido, se enfrentan al dominador, al económicamente fuerte. Esta imagen final no puede ser más ilustrativa como resumen de lo que Manuel Madrid nos regaló en un pregón absolutamente único, diferente y lleno de la esencia del cristianismo.








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