Texto: Cruz de Guía Úbeda.
En el auditorio del Hospital de Santiago, el sábado 23 de marzo, tenía lugar el pregón oficial de la Semana Santa de Úbeda, que anualmente organiza la Unión de Cofradías de la ciudad. El pregonero designado para este año era el cofrade Francisco José Cayola Cortés, un “ubetense de Madrid” con un amplísimo currículum cofrade, entre cuyos méritos están los de haber sido fundador de la cofradía de Nuestra Señora de Gracia y el artífice máximo de la participación de la hermandad de la Caída en el vía crucis de las Jornadas Mundiales de la Juventud, que presidió Benedicto XVI.
El acto, como es habitual, comenzaba con la interpretación de la marcha de la Unión de Cofradías, a cargo de la Agrupación Musical Ubetense, que además interpretó “Nuestra Señora de Gracia” (de Herrera Moya) por expreso deseo del pregonero.
Hermano Mayor de la Soledad, Presidente de la Unión de Cofradías y Pregonero de la Semana Santa 2013. |
Tras la música, llegó la presentación del protagonista de la noche. Corrió a cargo del cofrade y también pregonero, Daniel Berzosa López. Berzosa, además de cumplir con lo que se espera, (sacar a la luz un pormenorizado currículum profesional y cofrade del pregonero), recurrió a su habitual ingenio para realizar un presentación distendida y amena, con algún toque de fino humor, en la que afirmó, adaptando la exclamación del Salmo 125, que “la Divina Providencia ha estado grande con nosotros y estamos alegres” por el hecho de Francisco Cayola fuese designado como pregonero, hilando esta idea, a través de una enrevesada pirueta dialéctica, con la designación del “Papa Paco”, a la sazón tocayo del pregonero, porque “la Divina Providencia interviene siempre en los asuntos trascendentales, pero también en los más domésticos”. Concluyó definiendo al pregonero como un regalo de Dios, “humilde, leal y sensible, un pedazo de cofrade, como la copa altísima de un pino sanísimo, un cofrade total”.
Tras estas palabras de presentación el pregonero se colocaba tras el atril. Como no podía ser de otro modo, comenzó hablando de las Jornadas Mundiales de la Juventud en Madrid y de su participación en el vía crucis. Habló de la cruz y de la cruces de guía que preceden a nuestras hermandades y “autentifican que allí hay una sola fe, un solo Señor y un solo bautismo”. En ese momento, acompañada por unas tulipas, la cruz de guía de la hermandad de la Caída entraba en el auditorio, según dijo el pregonero, “en representación de todas las cruces de nuestras hermandades”. Su enorme devoción mariana lo llevó a continuar describiendo el compromiso contraído por la Virgen para ser la madre de Jesús.
El pregón continuó salpicado de oraciones y de versos y siguió con la clásica referencia a todas y cada una de las hermandades de la ciudad, a las que Cayola, con gran sutileza, fue nombrando por el orden cronológico de la Pasión de Cristo, un orden que ya se ha perdido en Úbeda con la aparición de nuevas cofradías y su aleatoria ubicación. En esa referencia el pregonero fue alternando, a partes iguales, las experiencias vitales con los textos y la significación de cada una de las escenas de la Pasión. Hubo una especial recomendación para la Cofradía de Nuestra Señora de las Lágrimas, a cuyos cofrades deseó una buena primera salida, a la vez que les recordaba que esa primera salida no se olvida jamás. Una leve sonrisa de satisfacción se esbozaba en el rostro de Marcos Expósito Morillas, hermano mayor de la Santa Cena, cuando el pregonero constató y justificó, delante de todo el auditorio y de una parte significativa de la jerarquía eclesiástica, (que a fin de cuentas es la que tiene que dar el visto bueno), la importancia y la necesidad de incorporar a la hermandad del Miércoles Santo la imagen de la Virgen de la Concepción.
Tuvo para todos, también para los cofrades en general, a los que advirtió que deben estar dispuestos a buscar el sentido de la Semana Santa y a preguntarse ¿por qué y para qué?
Continuó afirmando que la Semana Santa nos llama a todos y que todos respondemos de alguna manera, aportando lo mejor de nosotros, y fue nombrando a algunas de las personas, cofrades destacados o más anónimos, que sintieron esa llamada hace muchos años.
Concluyó su texto dando la respuesta a las preguntas del ¿por qué y para qué? que anteriormente se planteaba: “¿por qué?… por amor y para redimirnos y vivir con Él para siempre”.
Con una sonrisa de satisfacción, entre sorprendido y satisfecho, Cayola recogió el prolongadísimo aplauso que el auditorio le tributó, tras un pregón extenso (duró 61 minutos), denso e intenso, un pregón que habrá que digerir y saborear a posteriori, poco a poco, porque, junto a las experiencias vitales, se agolpaba la catequesis, la teología en el sentido literal del término y las trascendentales preguntas que todos nos hacemos cuando salimos a la calle vistiendo nuestra túnica penitencial.
Tras estas palabras de presentación el pregonero se colocaba tras el atril. Como no podía ser de otro modo, comenzó hablando de las Jornadas Mundiales de la Juventud en Madrid y de su participación en el vía crucis. Habló de la cruz y de la cruces de guía que preceden a nuestras hermandades y “autentifican que allí hay una sola fe, un solo Señor y un solo bautismo”. En ese momento, acompañada por unas tulipas, la cruz de guía de la hermandad de la Caída entraba en el auditorio, según dijo el pregonero, “en representación de todas las cruces de nuestras hermandades”. Su enorme devoción mariana lo llevó a continuar describiendo el compromiso contraído por la Virgen para ser la madre de Jesús.
El pregón continuó salpicado de oraciones y de versos y siguió con la clásica referencia a todas y cada una de las hermandades de la ciudad, a las que Cayola, con gran sutileza, fue nombrando por el orden cronológico de la Pasión de Cristo, un orden que ya se ha perdido en Úbeda con la aparición de nuevas cofradías y su aleatoria ubicación. En esa referencia el pregonero fue alternando, a partes iguales, las experiencias vitales con los textos y la significación de cada una de las escenas de la Pasión. Hubo una especial recomendación para la Cofradía de Nuestra Señora de las Lágrimas, a cuyos cofrades deseó una buena primera salida, a la vez que les recordaba que esa primera salida no se olvida jamás. Una leve sonrisa de satisfacción se esbozaba en el rostro de Marcos Expósito Morillas, hermano mayor de la Santa Cena, cuando el pregonero constató y justificó, delante de todo el auditorio y de una parte significativa de la jerarquía eclesiástica, (que a fin de cuentas es la que tiene que dar el visto bueno), la importancia y la necesidad de incorporar a la hermandad del Miércoles Santo la imagen de la Virgen de la Concepción.
Tuvo para todos, también para los cofrades en general, a los que advirtió que deben estar dispuestos a buscar el sentido de la Semana Santa y a preguntarse ¿por qué y para qué?
Continuó afirmando que la Semana Santa nos llama a todos y que todos respondemos de alguna manera, aportando lo mejor de nosotros, y fue nombrando a algunas de las personas, cofrades destacados o más anónimos, que sintieron esa llamada hace muchos años.
Concluyó su texto dando la respuesta a las preguntas del ¿por qué y para qué? que anteriormente se planteaba: “¿por qué?… por amor y para redimirnos y vivir con Él para siempre”.
Con una sonrisa de satisfacción, entre sorprendido y satisfecho, Cayola recogió el prolongadísimo aplauso que el auditorio le tributó, tras un pregón extenso (duró 61 minutos), denso e intenso, un pregón que habrá que digerir y saborear a posteriori, poco a poco, porque, junto a las experiencias vitales, se agolpaba la catequesis, la teología en el sentido literal del término y las trascendentales preguntas que todos nos hacemos cuando salimos a la calle vistiendo nuestra túnica penitencial.
Antonio José Campos, presentador del Acto. |
Daniel Berzosa, presentador del Pregonero. |
Francisco José Cayola, Pregonero de la Semana Santa 2013. |
Francisco José Cayola, durante su Pregón de Semana Santa. |
José Ramón López-Agulló entregó al Pregonero una placa conmemorativa. |
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